-Te das cuenta del poder y el peligro que esto tiene? – dijo L acompañando su frase con un tono a la vez excitado y alarmado- aunque todavía no podamos insertar recuerdos podemos borrarlos a voluntad.
-Lo sé -le respondió J tratando de mantener una voz calmada- y dudo de que conservemos el control por mucho tiempo. Pero dime, teníamos derecho a no intervenir ante el sufrimiento de aquellos a los que su memoria atormenta con traumas que les asaltan interminablemente?.
-No es necesario que me lo digas, L, por eso hemos llegado hasta aquí, pero ahora que lo tenemos me ha dado vértigo. Han sido años de lidiar con la optogenética, pero cuando vi que el engrama se iluminaba conectando todas las neuronas al aflorar el recuerdo supe que lo conseguiríamos. Y aquí estamos!
Era un día gélido de Diciembre y por la ventana del laboratorio se filtraban los primeros rayos de un sol tibio que no acababa de desperezarse. Había sido una noche en vela…una más, pero ésta había acabado de una manera espectacular.
Sin ser muy consciente de su gesto L desplazó su silla giratoria y apoyó la cabeza sobre el quicio de la puerta quedándose dormido. Cuando despertó el sol había empezado a descender y J ya no estaba. Supo que era domingo por esa rara quietud que provenía de los ruidos del exterior. El tiempo parecía arrastrarse perezosamente y L se dejó embargar por ese estado de suspensión flotante que le reconfortaba.
Y ahora qué, se preguntaba. Reuniones de alto nivel. Potente financiamiento para nuevas investigaciones con todos los medios y la libertad que siempre desearon. Pero todo eso eran fuegos artificiales. El sentía la agridulce sensación del éxito. Una satisfacción que ocultaba un gran vacío. Y ahora qué, se repetía. Su colega J era mucho más práctico. Él no se cuestionaba tanto las consecuencias de lo que hacían. Se habían marcado un objetivo y lo habían alcanzado. Si no lo hubieran hecho ellos, tarde o temprano otros descubrirían la manera de desactivar los engramas ayudando a borrar un impacto emocional que los retenía más allá del deseo de hundirlos en el pozo del olvido.
Sin embargo habían conseguido ponerse de acuerdo en lo fundamental. Cuando dos días después entraron juntos en la sala para dar la conferencia de prensa que habían convocado se dirigieron una mirada cómplice. Los periodistas que llenaban la sala sólo sabían que se les iba a comunicar un resultado científico trascendente. Cuando J y L empezaron a hablar se hizo evidente que habían decidido romper el acuerdo de confidencialidad con el pool de empresas farmacéuticas que les habían financiado. Sabían a lo que se arriesgaban e intuían que no podrían detener los usos malintencionados de su descubrimiento ni la persecución permanente a la que serían sometidos, pero eran conscientes de que la única manera de la que disponían para tratar de minimizar el uso fraudulento de lo que habían logrado era hacerlo público con la mayor difusión posible.
La expectación era muy alta y cuando L acabó con su frase -Contamos con ustedes para que todo esto que les hemos explicado llegue a todos los rincones del planeta y que sea la sociedad en su conjunto la que encuentre la manera de evitar que alguien caiga en la tentación de usar este resultado para la manipulación. Como científicos no tenemos más arma que divulgar el resultado y todos los detalles a los cuatro vientos. Como ciudadanos lucharemos para que se controle su uso- el silencio duró varios segundos estallando después en un aplauso intenso y sincero como nunca se había escuchado en esa sala.
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