Ambientación: En la era, en torno al olivo que hace de árbol mitológico, se enciende una hoguera semicircular y a su alrededor se sientan los miembros del consejo indígena.
Personajes:
Calpulli (máscara dorada y poncho de colores)
Gaspar Ilom (máscara roja y poncho sencillo)
Itxen (máscara clara y ruana gris)
Otros miembros del consejo (con las caras pintadas)
Diálogos:
El Calpulli se alza y mirando a la luna dice:
Calpulli: El Padre primero rompió el huevo y de él nacieron la mujer y el hombre. Y dijo “Juntos vivirán y morirán, pero nacerán nuevamente, nacerán y volverán a morir y otra vez nacerán porque la muerte es mentira (pequeña pausa)
Hermanos, el mensajero del viento nos trae aromas de guerra. La codicia reina cerca. Nuestros primos, los quichés, descendientes como nosotros del mismo tronco sagrado quieren nuestras tierras, nuestras mujeres para suyas y nuestros hijos para esclavos. En menos que la luna quede preñada estarán aquí (pequeña pausa)
Que la voz de la noche del tatú hable sabiamente por vuestros labios antes de que el Sol mate el brillo suave del pensamiento con el fulgor relampagueante de la acción.
Gaspar Ilom: Itzá, del pueblo de los tokuma, al poco de nacer había recibido los poderes del alivio y la venganza, del curar y el matar, sabía escuchar las voces que no se oyen y ver los colores que no se miran. No caminaba todavía y ya sabía dónde estaba porque los rayos del amor y del odio atraviesan las más espesas selvas y los ríos más hondos. Cuando los omia le cortaron la cabeza recogió en sus manos su propia sangre y la sopló hacia el Sol. Desde entonces el que mata recibe el alma de su víctima, aunque no lo quiera o no lo sepa. Escrito está en las raíces y los troncos: Debemos luchar!
Itxén: En el pasado hubo noches de hielo porque los dioses se habían llevado el fuego. Los hombres les suplicaban tiritando y ellos se hacían los sordos.
Finalmente exigieron que para merecer el fuego los hombres entregaran su corazón. Algunos pueblos ofrecieron a sus prisioneros, pero nuestros hermanos los catxiqueles no aceptaron el precio y, deslizándose a través del humo, robaron el fuego y lo escondieron en las cuevas de las montañas. Desde entonces hemos usado la astucia y la inteligencia frente al impulso de la sangre. Debemos acumular fuerzas y esperar el momento propicio que los dioses nos indiquen para liberarnos y recuperar nuestras tierras y nuestro orgullo. No hay poder por muy superior que sea que no resbale ni sangre que no trabaje sobre el vencedor en favor del vencido.
Otras intervenciones en favor de la paz (rendición) y la guerra. Finalmente:
Calpulli: Los dioses hicieron primero de barro a los hombres. Poco duraron. Luego probaron con madera. Los muñecos de palo hablaron y anduvieron, pero eran secos no tenían sangre ni substancia ni memoria, ni rumbo. No sabían hablar con los dioses o no encontraban nada que decirles. Entonces los dioses hicieron de maíz a nuestros padres y a nuestras madres. Las mujeres y los hombres de maíz veían tanto como los dioses. Entonces los dioses echaron un vaho y les dejaron los ojos nublados para siempre. No querían que sus criaturas vieran más allá del horizonte. Desde entonces disolver esa nube es nuestra mayor angustia pues no sabemos que es lo que el futuro nos reserva. Pero, gracias a la sabiduría de nuestros antepasados hemos aprendido que el tiempo no da vueltas como el sol sobre nuestras cabezas, pues éste ha sido el último engaño de los dioses. (pequeña pausa)
Hermanos, la sangre que derramemos, savia será para nuevas mazorcas que la cobardía secaría y pudriría. Debemos, por tanto, luchar, por lo que os convoco ante la ceiba universal para que, en el silencio del fuego, os dejéis atravesar por la fuerza del único tiempo natural y como rama de cedro os inclinéis del lado más favorable.
El calpulli se sienta y todos reflexionan en silencio. Después de unos minutos se levanta y dice:
Calpulli: Alcen sus troncos los partidarios de sembrar sangre y cosechar el alma del enemigo desterrando de estas tierras su codicia.
Se levantan primero Gaspar Ilom y los partidarios de la guerra y después, también, Itxén y los partidarios de la paz.
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