Hidalgo: -Si no voy entendiendo mal, resulta, pues, que el descubrimiento quiere mantenerse con discreción y sin alharaca por parte del Consejo real para no despertar desmedida codicia, pero, o mucho me equivoco, o deben de estar armando empresas de navegación y conquista en las que la más gallarda gente de nuestro reino pueda probar fortuna en la mejora de su condición
Bachiller: -Así es, señor tío y, si vuesas mercedes perdonan mi atrevimiento, harto les diré que he sabido la fecha y lugar donde zarpa uno de estos bajeles y con cierta influencia podría conseguir un lugar para nos en su pasaje
Leonor:- Alto ahí, bachillercito!. Si no se te secó el seso del todo y queda algo más que alocada sed de aventuras regada con vino de fantasías juveniles, recapacita que todo eso son soñadas invenciones y que hay que andar por el suelo a pie llano y no por el aire siendo pasto de vencejos
Bachiller: - Querida tía, ¿acaso cree que voy a aceptar todos estos años de penurias pasados en Salamanca para acabar convertido en un destripaterrones en las depauperadas tierras de que disponemos?. Algo he conocido del mundo y no soy tan mancebo que sólo en desaguisados piense. En esta época de revueltas comuneras y epidemias de peste, el mejor lugar para los hidalgos pobres, pero que tengan el corazón valiente y sano entendimiento es el de porfiar en ese recién descubierto continente por hacerse para sí y sus descendientes el espacio que sus dotes merecen y su patria les niega.
Leonor:- Muy bonito habla el señor bachiller, pero a mí, que no por ser vieja soy pendeja, no me engañan sus embustes. La valentía está en pugnar porque en la tierra de uno lo que está tuerto se enderece y no en meterse en trabajos que a nada conducen sino al dolimiento de todos.
Hidalgo: - Pon lo tuyo en concejo y unos dirán que es blanco y otros negro. ¿Cuál es su opinión, señor cura?
Cura:- ¡Pluguiese a Dios iluminar a éste, su vicario, en el acertado camino!, pues veo en el discurso del señor bachiller mucho donaire y algunas sinrazones que, acertadamente, señala su tía, pese a lo cual no puedo dejar de recordar lo que dijera el gran Domingo de Guzmán de que nuestra religión para ser completa debe ser aceptada por todos los pueblos de la tierra. Esa sola razón bastara para impulsar nuestras voluntades y arriesgar nuestras vidas pues es el servicio de nuestro señor el más alto deber de todo buen cristiano. Pero a eso debe añadirse que después de Dios está el rey y, a continuación, el cuido y engrandecimiento de nuestra hacienda. Por tales razones pienso que si acá nuestro bachiller con ser ciertas esas influencias de las que habla nos acomoda lugar en tan alta y noble empresa no debernos negarnos a lo que nuestro Señor a través del destino pone en nuestras manos.
Fin de la escena I
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