El Consejo Mayangna se reunió al fin. No era fácil juntar a los integrantes que se encontraban dispersos por las diversas comunidades que rodeaban a la mina Bonanza.
Los efectos de la colonización habían sido tan intensos y prolongados que este pueblo que llegó a Nicaragua desde el sur hace siglos estaba extensamente desperdigado.
Sentados en círculo a la sombra de un tuno, todos se hayaban expectantes.
Wasakin, el jefe, los había convocado para debatir la propuesta que Parasni les traía después de su viaje a León.
Parasni comenzó su explicación con una descripción de algunas incidencias de su periplo así como con la transmisión de saludos de otros mayangna que se encontraban comerciando en la ciudad.
Los asistentes escuchaban con cortesía y mostraban gestos de satisfacción al oír los nombres de las personas referidas.
Finalmente, Parasni, cuyo apelativo hacía referencia a la cultura propia, abordó el tema de la convocatoria.
En la universidad de León les habían propuesto que un grupo de mayangna fueran becados para iniciar estudios en su sede. Hecha la proposición Parasni calló y el debate comenzó.
Y fue bien encendido. Los partidarios de aceptar la propuesta la veían como una gran oportunidad pero los que se oponían creían que podría ser un gran fracaso porque con costo sus estudiantes habían superado la primaria. Y el opositor más enérgico era, precisamente, el maestro de la localidad.
Parasni respondió a las objeciones argumentando que existía una facultad llamada preparatoria dónde los muchachos mayangna podrían ser puestos a “nivel” durante el tiempo que fuera necesario. Que las autoridades de la Universidad habían previsto está dificultad y cuantificado las becas para cubrir este período.
Ese fue el momento en el que Kalwahai, tal vez el miembro más respetado del consejo, después de Wasakin, se incorporó y lanzó una pregunta que sonó como un latigazo en las conciencias de los que le escuchaban
- ¿Qué educación es la que queremos? ¿una por la cual nuestros jóvenes olviden sus raíces y abandonen a su comunidad?.
Dicho lo cual se sentó parsimoniosamente mientras el silencio planeó por unos minutos sobre la asamblea.
Finalmente, Parasni se incorporó y lanzó a su vez otra pregunta
- ¿Hemos criado a nuestros jóvenes con tan poco sentido comunitario que tememos que se vayan a la primera oportunidad?. Si es así el fracaso es otro y no el de que vayan a la Universidad.
Las cartas estaban sobre la mesa. Todo había sido dicho y ese era el sentimiento colectivo en el consejo. Ahora le tocaba a hablar a Wasakin y expresar la decisión no como una opinión propia sino como la decantación del debate colectivo. Esa era su función.
Wasakin, entonces, consciente de que el momento había llegado, pronunció la sentencia con voz firme y sin inflexiones protocolarias:
-Veinte de nuestros jóvenes mayangna irán a la Universidad y si al menos 15 de entre ellos regresan con nosotros, otros les seguirán
18 lo hicieron, Parasni finalmente tuvo razón y el profundo arraigo de los mayangna con sus comunidades les permitió ir avanzando con paso firme y seguro.
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